miércoles, 30 de noviembre de 2016

Magia

De vez en cuando tenemos la suerte de que personas mágicas se nos aparezcan,
irradiando su luz sobre todo lo que nos rodea
Nos sumergimos en una satisfacción plena, donde mucho de lo absurdo que carga nuestros días, se esfuma por unos instantes
Entonces, toda nuestra atención se centra en los poderes que aquellos seres poseen,
La facilidad con que intensifican cada sensación de nuestros días,
trasladándonos a un estado de plena despreocupación, donde vivimos como en las películas,
y no importa nada más que estar hoy y coleccionar instantes mágicos.
Siempre me he preguntado de donde sacan la facultad para despegarnos del suelo, qué los ha convertido en merecedores de determinadas cualidades que nosotros no somos dignos de ella y lo que es aún más interesante, ¿Por qué llegaron a nuestras vidas?
Tal vez jamás pueda responderme y seguiré divagando en meras definiciones de lo grandioso que es permanecer aunque sea unos segundos a su lado, ver todo lo que nunca antes vi convertido en un instante eterno para mi memoria, porque me sumerjo en aquello tan instantáneo que es la potencia con que estas personas desarman nuestro mundo y quisiera poder alcanzarlo con mis manos para guardarlo en una cajita en el lugar más preciado de mi habitación, pero siempre que lo intento se me escapa y se expande más aún, al tiempo que lentamente comprendo que aquello no es mío, no es de nadie, es una simple brisa que se cruzó por mi rostro e inundo todo mi cuerpo elevándome a lo más claro del cielo, a donde no se avecinan las nubes por miedo a ser desnudadas en transparencias y giro, sobre mi mismo para ver todo ese esplendor más rápido, como si la velocidad permitiera interiorizar aquella sensación y llevarla conmigo para siempre. Tal vez no puedo coleccionar aquella magia, ni menos hacerla mía, solo puedo sentirla y deslumbrarme con ella. He pensado en apresar de una manera algo más libre a quienes portan este regalo, pero descubrí que la libertad es una de las cosas que los convierte en seres tan especiales, por lo que debo contentarme con el efímero segundo que el destino me ha otorgado de conocerla y dejarme inundar por ella. Es doloroso cuando comienza a desprenderse y te empiezas a encontrar con las nubes a medida que desciendes desde tu altísima butaca instalada en las alturas, te enredas con las ramas, tropiezas con los troncos y te desplomas en la tierra y al instante de levantar tu cara para encontrarte lo más deprisa posible con la estela luminosa, notas que se ha ido, puedes ver a lo lejos su figura saltando entre las puertas de otras casas sin siquiera voltearse a verte. Sientes como cada parte de tu cuerpo pierde altura, volviendo a estar en la posición que estaba antes de regocijarse con esta brisa pasajera que refrescó por un instante, las soñolientas tardes con nadie más que mi compañía, vuelvo a mi asiento de siempre a otear desde lejos el horizonte y tratar de descifrar donde comienza exactamente el mar y donde acaba el cielo, sin aquella sensación de dispersión que fluía en mi cuando me encontraba encantado por aquella extraordinaria presencia, ahora soy solo yo, concentrado dentro de mi, de vuelto al envase en el que me había mantenido hasta este entonces, pero al menos ahora descubrí, como se siente salir de aquella capsula en la que mantengo el alma para no quebrarla y simplemente perderme, en lo alto, en lo bajo acompañado de quien me llenó, por un instante, la vida de magia.