domingo, 6 de septiembre de 2015

Arranqué tus flores del jardín

Arranqué tus flores del jardín
Como un acto de egoísmo
Pues sé que aún te importan.
Las corté porque eran el único recuerdo tuyo que tenía vivo,
Los pétalos difuntos, 
Me hicieron compañía bajo el árbol
Donde nos recostaba juntos,
Y construimos sobre nuestras ramas
Nidos imaginarios 
En donde cantaban aves,
Que hoy vuelan en sentido contrario,
Pues ya no oigo sus silbidos
No visitan su antiguo barrio.
Quiere deshacerme,
De este tronco viejo
No tiene hojas 
Sus raíces están muertas sobre el suelo.
Nadie quiere, a este pobre abuelo
Me siento junto a el 
Solo por despecho 
Porque yo también me encuentro solo,
Y solo no puedo.
Arranqué tus flores del jardín,
Porque no me queda 
Más que hacer,
A excepción de morirme,
Como si gastase mi ultimo impulse de vitalidad en ello.
En el momento que comprendí que había nacido para aquello,
Dejé de llorar,
De sentirme culpable
Pues comprendí que tu partida estaba anunciada desde antes.

Arranqué tus flores del jardín con rabia,
Tiñendo el pastizal con luto.
Mis manos, llenas de tierra, moldean tu figura en barro,
Salto a abrazarla 
Pero me convierto en un incrédulo sobre un espeso charco 
El frío me está calando los huesos
Quizás me esté matando, 
Tu ausencia trajo consigo el invierno,
El dolor y el fracaso.

Arranqué tus flores del jardín porque no son del todo tuyas.
Recuerdo cuando curtí la tierra, deposite sus semillas con las manos temblorosas y una retina cristalina.
Arrastré mis dedos hasta mis rodillas 
Apegué el mentón a mi pecho.
Te confesé un par de secretos en silencio,
Sonreí para convencerme,
De que aquello no era cierto,
Me consolé susurrándome,
Que te vería luego
Derrotado me abalance sobre tu sendero,
Grite que si acaso te gustaban aquellas flores,
O preferías otras,
No hubo respuesta.
Me pare y di unos pasos alejándome,
Me voltee,
Baje la vista,
Mire mis brazos.
Jamás volverían a encontrarte.
Asumí entonces,
Que debía olvidarte.
Me reí irónicamente,
Era muy tarde
Había memorizado tus pasos,
Todas tus señales
Tu voz al despertarme
La forma en que entrelazábamos nuestros dedos para calmarme.
Como me mirabas cuando yo no quería mirarte.

Dime, 
Quien me enseña que mirada debo tener, ahora que te quiero mirar y tu no estas para mirarme?