domingo, 19 de julio de 2015

Aún queda

Desde el primer contacto con el mundo exterior nos vemos sometidos al tacto ajeno antes de siquiera estar conscientes del propio. Nos reciben unas quirúrgicas manos que apaciguan el sentido con una envoltura de látex que impide estrechar un vínculo más fuerte al aislar su piel de la nuestra y después de esto, somos transportados de brazos en brazos como las antiguas técnicas para apagar incendios. Hasta que por fin, luego de tanto ajetreo, nos posamos en una manos más o menos permanentes y desde ese entonces, nuestra existencia se ve marcada por distintas huellas que se impregnan en ella ( y no me refiero solo a ese laberinto circular que caracteriza cada uno de nuestros dedos) si no, una marca dactilar más profunda, que sin tinta, es capaz de quedarse para siempre en nuestra hoja de vida.
Sin darnos cuenta en el mismo instante, cada cosa que nos sucede, tiene un detalle importante. Desde pequeños nos acontecen situaciones que marcan nuestra vida, ese inocente juego que terminó en llanto, los paseos familiares de los domingos o cualquier otra trivialidad que quien sabe por qué recordamos de forma tan exacta. Y están esas circunstancias que nadie anticipa, aquellos hechos traumáticos que nos marcan para siempre y sin querer, son parte de lo que hoy somos. Un accidente, aquel arrebato del destino sumido en egoísmo que liquida el orden tradicional de nuestro esquema de vida o aquel adiós sin despedida, inaceptable a pesar de la anticipación  del hecho. Vienen unidos con el insoportable consejo de que todo pasa por algo y es que en nuestro intento desesperado por que todo tenga una razón, nos consolamos aferrándonos a que la intención de aquel accidente o la razón de aquel adiós, procedan de una fuerza mayor, ese "algo" que no sabemos, que entenderemos después. Creo que aquello es un puente de transición, mantiene nuestra mente ocupada hasta que el dolor deja de bloquear y comienza a liberar. Puede que haya un "por qué oculto" en esas perdidas inexplicables y es ese constante desacato de torturarnos buscando la lógica, algo que nos calme, lo que nos conduce a alejarnos más de el. O tal vez, no hay nada y simplemente nuestra historia se combinó de manera aleatoria y todo sucedió así. Sea cual sea la teoría correcta (siendo estas dos no las únicas) podría afirmar que hay algo después y la distancia entre lo que esta por venir y lo que tenemos depende del tiempo que tardemos en decidir avanzar. Hay quienes se toman años, aferrados al dolor, en busca de la satisfacción pasajera que le otorgan diversas explicaciones y otros, que el golpe les da tan profundo que no permite crear muros, fingir fortalezas ni Vencer lagrimas, los libera desde lo más profundo, los sumerge en pena para luego, poder salir a la superficie y respirar tranquilamente. La persona que hoy seas, llegó hasta aquí tras arrancar varias hojas del calendario, con días que aún no olvidas por completo, con instantes que duran para siempre, algunas fechas en las que el tiempo parecía correr y segundos de en los que todo se detuvo. El punto que sea que estés, es gracias a todo el tiempo transcurrido entre lo que recuerdes y hoy, pero ten paciencia, porque aún queda por delante.

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